Festivales, en el diccionario dice otra cosa

Los festivales de música en vivo no son una novedad. Para poder referir a ellos, necesitan un nombre. En épocas, el nombre hacía referencia al sitio donde se desarrollaban (Woodstock, Wight Island, Reading, Roskilde) o a la temática del festival (Montreaux Jazz Festival) o simplemente para darle un nombre. Así pasaron años, décadas, en los que lo mas importante de un festival era la música. Un festival era (y notese el tiempo verbal. Dije "era") la celebración de la música, una fiesta para deleite y disfrute de publico y artistas. Ya no es así. Desde la década pasada vimos como los festivales se transformaron obscenamente en un evento de marketing, en los que se los roles mutaron un poco. Ya no hay público. Ahora son consumidores. De la misma forma los artistas se han convertido en la carnada. En estos últimos años lo mas importante de los festivales son los sponsors, que no están demasiado interesados en el arte o la música, si no, en vender y forrarse de guita, usando a artistas y público como mitades de una naranja a la que es preciso exprimir. No es novedad lo que acabo de decir, pero si todavía alguien no se desayunó de esto, basta que observe un poco los afiches del próximo festival que se realizará en Buenos Aires ¿que ven? si, eso mismo, que el logo de pepsi (con esos colorcitos tan yankis que dan escalofrios) es varias veces mayor que el nombre de las bandas que tocan, que no son importantes, que da lo mismo quien sea si llevan gente. Las bandas y artistas han pasado a ser simples adornos de un evento que a todas luces es simplemente, juntar gente para venderles algo. No es un festival de música, es el festival del logo de pepsi.
Asco, eso da.